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Internacionalización: oportunidad vs oportunismo

Profesor Rafael Ruiz-Villar
Rafael Ruiz-Villar, presidente de AYUDEXPORT y coordinador del grupo de trabajo de Cooperación y Proyectos Sociales del Club de Exportadores e Inversores Españoles
(MONEDA ÚNICA 8 de abril de 2014)
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Durante los últimos meses, la palabra internacionalización es un término recurrente en todos los análisis económicos relacionados con España, en las tertulias especializadas e incluso en las conversaciones entre profesionales de la empresa.

Sin embargo, conviene resaltar las amenazas, e incluso los peligros, que la teórica panacea de la internacionalización representa para la empresa española, en las actuales circunstancias de nuestro país.


Existe un consenso general, que ve en la internacionalización una oportunidad para la empresa española de asegurar su futuro en un entorno de creciente competencia. Las ventajas de la internacionalización, en este sentido, son evidentes. En primer lugar, reduce los niveles de riesgo en la empresa al diversificar sus clientes y las zonas geográficas en que actúa, con lo que permite unas ventas más estables y equilibradas. Además, posibilita la innovación en la empresa mediante la constante adaptación de sus productos y servicios a la demanda de los distintos mercados en los que está presente. Igualmente, enriquece la cultura de la empresa con las aportaciones de clientes de diversas culturas y costumbres y permite el diseño de estrategias más globales y competitivas. Finalmente, genera una disminución de costes derivada de las economías de escala y, por tanto, mejora la competitividad general de sus productos. Todo ello permite asegurar el futuro de la empresa en un contexto de elevada competencia y de globalización de los mercados.

Frente a esas indudables ventajas, con excesiva frecuencia el empresario español se enfrenta a los mercados internacionales con una elevada dosis de oportunismo, generado por la necesidad inmediata de hacer frente a un exceso de producción, que el mercado nacional no puede absorber debido a la caída de la demanda interna. Así, el sano objetivo de tener una presencia activa en los mercados internacionales, con vocación de permanencia en el largo plazo y un compromiso decidido de la dirección de la empresa, se transforma, por la premura del día a día del negocio, en un objetivo cortoplacista en el que la preocupación de toda la organización se vuelca en deshacerse de unos stocks que financiera y económicamente son inasumibles, todo ello a la espera de que el mercado nacional se recupere.

La internacionalización requiere de una apuesta fundamentada y bien razonada de los órganos de gestión, como un activo esencial que viabiliza y permite la supervivencia de la empresa. La dificultad de entrar en los mercados debe ser apoyada, ineludiblemente, por la constancia en el esfuerzo y la voluntad de permanencia en los mismos. No hay nada más descorazonador que la visión de historias de éxito en los mercados internacionales, protagonizadas por empresarios con arrojo y decisión y que, por la falta de interés en la consolidación de esos mercados, malgastan el ímprobo esfuerzo realizado y deslucen el nombre de la empresa y la imagen del país.

Los clientes internacionales, al igual que los del mercado local, requieren no solo de buenos productos y precios, sino también de un seguimiento en el tiempo que permita consolidar la marca, así como mantener y preservar la cuota de mercado conseguida.

Sin duda, hay que aprovechar la oportunidad que se ha abierto en la mentalidad de las empresas españolas y convencerse de la utilidad de la internacionalización, pero evitando el oportunismo que pueden generar unos recursos a corto plazo y que lastra la imagen en el exterior y la supervivencia futura de la empresa.

Debemos seguir hablando de internacionalización, pero desde el rigor, el método y la constancia, aspectos que analizaremos en próximos artículos.